Este mes el testimonio vocacional del P. Chema, maestro de postulantes de la provincia
En este maravilloso blog carmelita “Flos Carmeli” se me concede el honor de hablar –como ya han hecho y harán otros hermanos y hermanas- de mi vocación al Carmelo. Los que me conocen saben que no soy muy partidario de hablar de cosas personales pero, como la vocación es obra de Dios y no mía, y por la amistad que me une a las personas que me lo piden, explicaré brevemente cómo surgió y como ha sido mi itinerario vocacional.
Me
llamo José Manuel Granados Rivera y nací en Antequera (Málaga). En mi familia
siempre se ha vivido un ambiente de devoción y religiosidad del que todavía
estoy recibiendo los frutos. Recuerdo que desde que tengo uso de razón, me
atraía mucho todo lo relacionado con Dios y, un poco más tarde, el pasatiempo
de jugar a “decir Misa”. Después, con el paso de los años, y gracias a algunas
personas muy religiosas, la idea de ser sacerdote se fue perfilando un poco
más. Tras una conversación con el P. Antonio Jiménez (carmelita destinado en el
Colegio de Antequera, donde yo estudié), se me ofreció la vida religiosa como
una posibilidad. Invitado por él, participé en unas convivencias vocacionales
organizadas por el carmelita P. Paco Daza. En este momento descubrí la llamada,
que desde hace tiempo tenía, a entregar mi vida a Dios en la Orden de la Virgen
del Carmelo.
Postulantado en
Sevilla, Noviciado y Profesión Simple en Jerez de la Frontera (Cádiz),
formación carmelita y estudios eclesiásticos en Madrid, Profesión Solemne en
Osuna (Sevilla), Ordenación Diaconal en Madrid y Ordenación Sacerdotal en
Málaga. Un largo proceso de nueve años en el que me he sentido siempre guiado y
acompañado por el Dios de la Misericordia, quien ha ido revelando y confirmando
la llamada que un día me hizo.
Ahora me
encuentro destinado en el convento de Jerez de la Frontera, a los pies de
Nuestra Señora del Carmen Coronada, y mirando atrás solamente una palabra me
sale del corazón: “GRACIAS”. ¿A quién? En primer lugar a Dios y a la Santísima
Virgen, puesto que a Ellos se lo debo todo; Después a mi familia, porque creo
que ellos, sin saberlo, pusieron las primeras semillas de mi fe y vocación, y
porque, aunque les costó un enorme sacrificio, me dieron su permiso para
marchar al Carmelo; También a todos los hermanos que han colaborado con la gracia
de Dios para que todo haya sido posible: el P. Antonio Jiménez, el P. Paco
Daza, el P. Zambrano, el P. Peralbo, el P. Medina, el P. Elías y tantos y
tantos hermanos que con infinita paciencia, delicadeza y cariño para con mi
persona han hecho posible que hoy pueda firmar con el nombre de “Carmelita”.