domingo, 23 de febrero de 2014

Testomonio voccaional del P. Romám


Ya me tocó a mí. En realidad hace algún tiempo que se me estaba insinuando, pero me hacía el remolón. Ya no ha podido ser y aquí estoy para contaros cómo fue el inicio de mi vocación. Soy José Ramírez Román.

            Corría el año 1943 cuando nací. Fue en el mes de marzo y en un pueblo, de los llamados blancos, de la provincia de Cádiz. Su nombre es Villamartín. Un pueblo precioso, de sierra y bañado por el río Guadalete. Fui el quinto de los hermanos. Siempre he sido el más pequeño y por eso llamado cariñosamente por los demás “Pepito”, incluso ahora que ya he cumplido los setenta. 

         
   Fue pasando el tiempo y llegó el de ir a la escuela. Al principio muy mal. En un momento me escape, pero me llevaron a ella otra vez cogido de la oreja.  Ya después no se dio mal.  En este tiempo fue cuando hice la primera comunión. Lo recuerdo muy bien, porque este momento dejó huella en mí.

            Un familiar retirado se va de aventura y resulta que terminó en el Seminario Carmelita de Hinojosa del Duque (Córdoba).  Una vez que vino al pueblo de vacaciones, parece ser que le encargaron que tenía que llevarse a otro, por lo menos, y se fijó en mí. Tenía yo en ese tiempo 11 años. Yo digo siempre que los de entonces, porque ahora con once años los niños saben hasta latín, como se suele decir. Así empezó todo. Sería por el  mes de julio o agosto del año 1954.

            Yo no decía nada. Lo que dijeran mis padres. Y ellos lo que dijeron es que bueno, que sí, que allí me harían un hombre. Hay que tener en cuenta los tiempos que corrían y las circunstancias sociales, que no eran muy halagüeñas. Años difíciles y de escasez de muchas cosas.  Incluso de la comida.  

            Hablando con el cura, D. Manuel, por cierto un muy buen cura y de quien tengo muy buenos recuerdos, pues se decidió que adelante. Como en casa no había muchos recursos, entre dos buenas personas, Pepito del Lunar y D. Jacinto Calvente, compraron la ropa, mejor dicho, las telas  y mi madre, que en paz descanse, me hizo toda la ropa. 

Todo arreglado. Se inicia el camino hacia el Seminario Carmelita de Hinojosa. Me llevó mi madre a Sevilla en el autobús de línea. En Sevilla cogí el tren. Me encomendó mi madre a sacerdote que iba también para allá. Me esperaba un fraile, fr.  Carmelo. Duermo esa noche en Córdoba y al día siguiente a Hinojosa. Era el 4 de enero de 1955, cuando llegué, después de todas las peripecias del viaje tan largo para mí, que no había salido de Villamartín ni para ir al pueblo más cercano.

            Ya estoy en el Seminario. Contento, alegre. Había bastantes  muchachos y, como eran días de vacaciones, se pasaba muy bien. Recuerdo que ya el día seis de enero no echaron los Reyes. Claro que enseguida comenzaron las clases y ya era otra cosa, pero no me afectó. Estudiar me gustaba.

            Así pues, comencé los estudios desde ingreso. Gracias a Dios no se daba nada mal. Es verdad, perdón por la inmodestia, que estudiaba todo lo que podía. Así fueron pasando los años, los cursos y llegó el momento tan deseado de ir al Noviciado. Un año especial, un año de gracia,  en el que clarificaron algunas cosas y se ratificaron los deseos de ser religioso carmelita con todas las de la ley. Y llegó la profesión simple, el 24 de septiembre de 1961, que ratificaba todo ese deseo. 

            Después los estudios. Primero los de Filosofía en Osuna (Sevilla).Después los e Teología, los dos primeros años en Salamanca, en el Colegio Interprovincial, y los otros dos en Granada, en la Cartuja con los Jesuitas, rematándolos con  la Licencia en Teología. En uno de estos años, el 26 de septiembre del 1964, la Profesión Solemne, con todo lo que supone de ratificación en el seguimiento de Jesús y de pertenencia a la Orden.

            Por fin la ordenación sacerdotal en Jerez de la Frontera (Cádiz)  el acontecimiento de mi vida, y la primera misa en mi pueblo. Por cierto, una nota curiosa. Me ordené el 16 de julio de 1969, fiesta de Ntra. Sma. Madre y la misa fue el 20 de julio, fiesta de San Elías, Profeta; además coincidió cuando el hombre salió para la Luna y cuando llegaron a la Luna.  Por cierto que yo le he dicho siempre a los alumnos que “no estaba en la luna”. Sabía muy bien lo que quería y lo sigo queriendo.

            Después de esto lo que es propio en nuestra vida. Los cambios de comunidad y la aceptación de oficios en las mismas según las necesidades. Gracias a Dios los cambios  que he tenido los he visto siempre desde el lado positivo y me he encontrado en todos ellos a gusto. No venimos para estar en un sitio sino para estar en actitud de servicio e ir allí donde el superior nos mande y la Provincia nos necesite. 

            Esto he querido que haya sido mi vida. Y esto quiero que sea. Esto es lo que intento ser. Ahora aquí en Madrid y mañana donde Dios quiera.

P. José Ramírez Román, O. Carm.