Ya
me tocó a mí. En realidad hace algún tiempo que se me estaba insinuando, pero
me hacía el remolón. Ya no ha podido ser y aquí estoy para contaros cómo fue el
inicio de mi vocación. Soy José Ramírez Román.
Corría el año 1943 cuando nací. Fue en el mes de marzo y
en un pueblo, de los llamados blancos, de la provincia de Cádiz. Su nombre es
Villamartín. Un pueblo precioso, de sierra y bañado por el río Guadalete. Fui
el quinto de los hermanos. Siempre he sido el más pequeño y por eso llamado
cariñosamente por los demás “Pepito”, incluso ahora que ya he cumplido los
setenta.
Un familiar retirado se va de aventura y resulta que
terminó en el Seminario Carmelita de Hinojosa del Duque (Córdoba). Una vez que vino al pueblo de vacaciones,
parece ser que le encargaron que tenía que llevarse a otro, por lo menos, y se
fijó en mí. Tenía yo en ese tiempo 11 años. Yo digo siempre que los de entonces,
porque ahora con once años los niños saben hasta latín, como se suele decir.
Así empezó todo. Sería por el mes de
julio o agosto del año 1954.
Yo no decía nada. Lo que dijeran mis padres. Y ellos lo
que dijeron es que bueno, que sí, que allí me harían un hombre. Hay que tener
en cuenta los tiempos que corrían y las circunstancias sociales, que no eran
muy halagüeñas. Años difíciles y de escasez de muchas cosas. Incluso de la comida.
Hablando con el cura, D. Manuel, por cierto un muy buen
cura y de quien tengo muy buenos recuerdos, pues se decidió que adelante. Como
en casa no había muchos recursos, entre dos buenas personas, Pepito del Lunar y
D. Jacinto Calvente, compraron la ropa, mejor dicho, las telas y mi madre, que en paz descanse, me hizo toda
la ropa.
Todo
arreglado. Se inicia el camino hacia el Seminario Carmelita de Hinojosa. Me
llevó mi madre a Sevilla en el autobús de línea. En Sevilla cogí el tren. Me
encomendó mi madre a sacerdote que iba también para allá. Me esperaba un
fraile, fr. Carmelo. Duermo esa noche en
Córdoba y al día siguiente a Hinojosa. Era el 4 de enero de 1955, cuando
llegué, después de todas las peripecias del viaje tan largo para mí, que no
había salido de Villamartín ni para ir al pueblo más cercano.
Ya estoy en el Seminario. Contento, alegre. Había
bastantes muchachos y, como eran días de
vacaciones, se pasaba muy bien. Recuerdo que ya el día seis de enero no echaron
los Reyes. Claro que enseguida comenzaron las clases y ya era otra cosa, pero
no me afectó. Estudiar me gustaba.
Así pues, comencé los estudios desde ingreso. Gracias a
Dios no se daba nada mal. Es verdad, perdón por la inmodestia, que estudiaba
todo lo que podía. Así fueron pasando los años, los cursos y llegó el momento
tan deseado de ir al Noviciado. Un año especial, un año de gracia, en el que clarificaron algunas cosas y se
ratificaron los deseos de ser religioso carmelita con todas las de la ley. Y
llegó la profesión simple, el 24 de septiembre de 1961, que ratificaba todo ese
deseo.
Después los estudios. Primero los de Filosofía en Osuna
(Sevilla).Después los e Teología, los dos primeros años en Salamanca, en el
Colegio Interprovincial, y los otros dos en Granada, en la Cartuja con los
Jesuitas, rematándolos con la Licencia
en Teología. En uno de estos años, el 26 de septiembre del 1964, la Profesión
Solemne, con todo lo que supone de ratificación en el seguimiento de Jesús y de
pertenencia a la Orden.
Por fin la ordenación sacerdotal en Jerez de la Frontera
(Cádiz) el acontecimiento de mi vida, y
la primera misa en mi pueblo. Por cierto, una nota curiosa. Me ordené el 16 de
julio de 1969, fiesta de Ntra. Sma. Madre y la misa fue el 20 de julio, fiesta
de San Elías, Profeta; además coincidió cuando el hombre salió para la Luna y
cuando llegaron a la Luna. Por cierto
que yo le he dicho siempre a los alumnos que “no estaba en la luna”. Sabía muy
bien lo que quería y lo sigo queriendo.
Después de esto lo que es propio en nuestra vida. Los
cambios de comunidad y la aceptación de oficios en las mismas según las necesidades.
Gracias a Dios los cambios que he tenido
los he visto siempre desde el lado positivo y me he encontrado en todos ellos a
gusto. No venimos para estar en un sitio sino para estar en actitud de servicio
e ir allí donde el superior nos mande y la Provincia nos necesite.
Esto he querido que haya sido mi vida. Y esto quiero que
sea. Esto es lo que intento ser. Ahora aquí en Madrid y mañana donde Dios
quiera.
P. José Ramírez
Román, O. Carm.
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