Siempre
es tarea muy difícil hablar de sí mismo,
aun más cuando se trata de exponer
algo de su vida personal. En este caso de mi vocación religiosa. Mi nombre es Paul Kam. Pero a partir del 30 de
julio de 2005 respondo al nombre
de Paul Marie de la Croix Kam. El camino transcurrido para llegar a este nombre es lo que quiero intentar dibujar
en pocas palabras.
De
pequeño, era un niño de iglesia, como la mayoría de los niños cristianos, debido a que mis hermanos no faltaban a misa
los domingos. Pronto me enganchó
aquello en cuanto que el clima de las celebraciones eucarísticas (canciones, alegría, etc.) me venía
bien. En esto conocí al movimiento"Donum Dei", donde la
vida de amistad y de fraternidad acabaron de convencerme sobre lo que conocería más
tarde como el carisma de los carmelitas.
Pero en aquellos momentos, la vida religiosa no era mi preocupación, puesto que no tenía
ninguna idea de la presencia de estas órdenes religiosas. Sí que conocía al
padre Eugenio Kabore que nos animaba los
retiros anuales de vez en cuando. Muy
pronto, la gente empezó a acosarme sobre el tema de la consagración.
¿Por qué? Al parecer tenía cara o
figura de cura. Desde entonces, no tuve paz conmigo mismo. Pero no entré en
seguida en la orden por las dudas y las preocupaciones: ¡es verdad que Dios me llamaba para eso? ¿Puedo yo
asumir las exigencias de esta vida (no tener novia, bienes propios, que eran
los más sensibles)?. Estas dudas fueron
mis grandes dificultades; me hicieron tardar. Fui a la universidad antes de decidirme. Y ¿cómo? Fue gracias al padre
Désiré Kouakou Tanoh que di el paso
"definitivo". Un día charlando me pregunto por qué no había iniciado
el postulando con mis compañeros. Le expuse mis dudas de siempre: porque esperaba que la llamada del señor fuera la más
clara posible. Entonces me dijo que tendría que atreverme y empezar para saber realmente lo que el señor esperaba de mi. Dos días después llamaba a
los padres carmelitas de Bobo Dioulasso
para que me acogieran como postulante; y el año siguiente empecé mi formación
inicial. Y allí, dentro de la comunidad de los carmelitas, me encontré con esta vida fraternidad, algo que fue para mí
una respuesta del Señor a mis dudas.
Por cierto que encontré otras dificultades, pero la oración y la contemplación
estaban allí para ayudarme a superar estos obstáculos. De estas
experiencias se entiende un poco mi nombre de profesión. La cruz de la vida y
la presencia maternal de María. La verdad, es que este nombre es fruto del
retiro de preparación a los primeros votos. En vez de la Paz que quería, se me sugirió
la Cruz. No sé exactamente por qué. Pero hasta ahora lo estoy llevando con la gracia de Dios, y estoy feliz a pesar de los pesares. Loado
sea Dios, porque todo es gracia.
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